El doctor Freud y los los nervios del alma, de Remo Bodei
El doctor Freud y los nervios del alma (Pre-Textos, 2004, 111 pág.) es un breve libro en que la sicoanalista Cecilia Albarella conversa con el catedrático de filosofía Remo Bodei sobre la vigencia del psicoanálisis y las relaciones de esta disciplina con la sociedad y con la filosofía, para acabar en una tercera parte tratando de la relación entre hermenéutica y ciencia. La introducción de Albarella, pese a su brevedad, resume de un modo ejemplar el contenido de la entrevista, si bien sería un error conformarse con tan breve lectura y no entrar en un ejemplo de conversación de notable altura intelectual.
En la primera parte, “Psicoanálisis y sociedad”, se trata del eclipse de los proyectos de vida a medio y largo plazo, de la general postergación de “objetivos más complejos y maduros”, postergación que se relaciona con el nihilismo. A juicio del autor, el hiato en los países occidentales entre promesas de realización y resultados efectivos es una constante fuente de malestar psicológico. Otra de estas fuentes de sufrimiento tiene que ver con la atomización de la persona, aislada de las experiencias de grupo y del sentimiento reconfortante de pertenencia a un colectivo. En este punto, empero, alerta Bodei del peligro de dejarse arrastrar en el terreno político por el deseo de un líder fuerte, tentación que no deja de asomar aquí y allá en momentos de crisis política.
De manera tangencial se trata en esta primera parte de la relación entre desarrollo material (“civilización”) y desarrollo del pensamiento (“cultura”). Bodei pronuncia una frase lapidaria que da cuenta de la voluntad de carácter científico añeja a su modo de entender la disciplina psicoanalítica, en las antípodas de cierto anticientifismo irresponsable: “La naturaleza no es un monstruo sagrado ante el que arrodillarse a cada instante”. (En tiempos de achatamiento intelectual, no está de más que se marquen distancias con aseveraciones como esta, que traen a la memoria esa otra más expeditiva de Puente Ferreras en Los orígenes del lenguaje: “La naturaleza es una chapucera”.) Este aserto viene a colación en un punto en que apoya la necesidad de la investigación en genética.
Por lo que respecta a las relaciones entre religión y moral, Bodei suscribe la consideración de Robespierre del factor religioso como un inhibidor de los impulsos de destrucción. En cualquier caso, aun considerando la religión una “riqueza alienada” (“ilusión” para el Freud de El malestar en la cultura), pondera que cabe encontrar en ella “tesoros de sabiduría entre escorias de infamia y despotismo teológico-político”.
Otro de los grandes temas planteados en este capítulo es el de las posibilidades de triunfo que tiene la razón frente a los impulsos irracionales (pulsión de muerte, en terminología freudiana), a la luz de las sangrías del siglo XX. Bodei propone una “razón crítica no presuntuosa” como antídoto. Incluso en una sociedad laica, Bodei proclama el ideal de que “el ejercicio del mal hace infeliz la vida de todos, incluida la de quien lo hace”. De este modo, no es un castigo externo el que aleja del mal, el temor de un dios castigador e improbable, sino la pura huida del masoquismo.
En lo referido a los vínculos entre el sufrimiento individual y problemáticas sociales, Bodei recoge la idea expresada por Freud en El malestar en la cultura: cultura es represión, con lo que la adaptación a la cultura provoca sufrimiento de un modo inevitable, si bien este ya no tiene que ver –o no exclusivamente, o según en qué sociedades, cabría matizar– con represiones en el terreno sexual.
La segunda parte, “Relaciones entre filosofía y psicoanálisis”, versa sobre los límites de la razón. La revolución freudiana consistió en introducir el concepto de psique no como mera expresión de fuerzas biológicas y en establecer nexos entre lo espiritual y lo corporal. El concepto de pulsión, de base psicológica, frente al de instinto, de base biológica, también es una aportación que se sostiene en pie décadas después de que se propusiera.
La reflexión estética halla un hueco en este capítulo. Bodei afirma sagazmente la naturaleza del arte como “un tercer mundo, en el que (…) el realismo mimético y la fantasía confluyen”. Trasladar esta afirmación a la confrontación en la poesía hodierna entre herederos del realismo y herederos del simbolismo (si se permite la agrupación burda) desactiva el sustento teórico de dicha oposición.
El último capítulo, “Un puente entre hermenéutica y ciencia”, Albarella y Bodei abordan de un modo central el lugar del psicoanálisis entre otros saberes y su resistencia a ser engullido por la filosofía, pues si bien ambas investigan un mismo campo, utilizan metodologías diferentes. El psicoanálisis se propone como puente entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu. En esta sección, Bodei alerta del peligro de que se aísle la dimensión clínica de la teórica, de manera que acabe creándose una brecha insalvable entre ambas orillas. Por último, Bodei reivindica la vigencia del psicoanálisis para los problemas que ya asoman en el horizonte.
El doctor Freud y los nervios del alma es, en suma, un libro bello y útil, por cuanto plantea problemas de alcance. Un libro estimulante para quienes siguen pensando que la palabra, además de enredarnos en laberintos, también tiene capacidad de sanar.
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