Jueves, cercanías Poemes

Poemes

Non declinare più luna di marzo.
SANDRO PENNA

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

MIGUEL HERNÁNDEZ

He vuelto a ver los álamos dorados.
ANTONIO MACHADO
I

Si yo dijera, por ejemplo, marzo,
como quien dice abril,
pero dijera marzo.
Si yo fuera a decir el seis y en estas
sin saber bien por qué se me trocara en once,
sabríais de qué hablo:
del azar disfrazado de destino.

El azar son los trajes
que no querrás lavar,
las fiambreras intactas,
los viajes por hacer,
los cuentos inconclusos,
las llamadas pendientes,
los hijos que nacieron
con un pan de injusticia bajo el brazo.

El azar traquetea
como una mariposa
que parte de Alcalá hacia la locura.

El azar es un beso
que es el último beso.
Es un cambio de turno,
un mensaje de móvil cotidiano,
el fútbol, los zapatos
y un desorden de números y letras
guardados para siempre
en la caja sin fondo del olvido.

II

Un día te levantas,
vas al televisor,
te desayunas con doscientos muertos
y ante el horror de la ruleta rusa
vas de tu corazón a tus asuntos.

Rebobinemos.
Sí, doscientos muertos.
Tú, de tu corazón a tus asuntos.

Yo estudio. Yo trabajo.
Yo habré de volver pronto a Rumania.
Yo me caso en verano.
Yo ahorita cojo vacaciones.
Y sigamos así hasta dos centenas.

A través de las ondas se difunde,
babel de hierros retorcidos,
la casa de muñecas
descabezadas.

Tras el silencio percudido,
entre el temblor de imágenes ahogadas,
tiroriran los móviles tan huérfanos,
tan ridículamente alborozados
en casi primavera interrumpida.

Mientras florece el álamo temblón,
rebobinemos. Sí, doscientos muertos
III

Tus manos no se hicieron
para servir de cuenco
a tanta sangre derramada.

Tus ojos no nacieron
para oler estos nardos
acribillados por la angustia.

No se pensó tu cuerpo soñoliento
para el aire brutal de un estallido
ni tus muslos cansados
para el ancho de vías del dolor.

Tú no estabas bien hecho
ni tú estabas bien hecha
para asir los racimos de libros que aletean,
para ver las carteras llorando evisceradas,
para el ardor callado de los musgos,
para el cambio de agujas que te lleva
por esta vía muerta prematura.

IV

Entre la incertidumbre
del naranja Guantánamo
y el rojo amanecer de la esperanza,
cogeré el tren de nuevo.

Hacia la primavera,
urgido por los pájaros,
moviendo en una misma
dirección mi bandada
de brazos, ojos, piernas.
Sin saber para qué
se huye desde enero
para darse de bruces con diciembre.

Hacia la primavera
de amapolas sangrientas.
Hacia el bosque de velas encendidas.
Hacia el árbol de manos acalladas
por el hachazo de la goma 2.

Hacia la primavera.

[Premi ArteJoven Latina, 2005]